lunes, 2 de julio de 2007

CRITICAS

REVISTA ENTERARTE

Visitamos a “Norma y Ester” - Walter Telesca.

Sinopsis: Una mujer (Ester) reemplaza a su amiga (Norma) en el puesto vacante de una peluquería de barrio de Munro al ser despedida por negarse a tener sexo oral con el mejor cliente (Víctor). Los remordimientos de la “traición” a su amiga por haber aceptado, junto con sus pensamientos adelantados de cómo haría cuando apareciera el cliente, sacan a relucir entre otras cosas la relación con su madre y las distintas facetas de la personalidad de la protagonista.
En “Norma y Ester” existe una historia que roza la simpleza en su trama, narrando hechos que podemos encontrar en cualquier lugar de una ciudad, encontrándonos con personajes que están bien trazados, son claros y que contienen diálogos bien constituidos.
Empleada en una peluquería del Barrio de Munro, Ester exalta en sus soliloquios, por un lado, los miedos a enfrentar a su amiga Norma pedirle disculpas por haber aceptado el puesto por el cual la habían despedido a ella, y por otro, a enfrentar el mayor escollo, por el cual despidieron a su amiga, y es que el mejor cliente le pidiera tener sexo oral con ella.
Una historia bien narrada, que nos mantiene en estado de alerta porque no tiene un final predecible y que va desentrañando, con los pensamientos en voz alta de Ester, los detalles de la relación con su madre y su amiga. La trama en la narración contiene pinceladas de humor que generan el acortamiento de los tiempos y hacen más llevadera aún la obra, lo personajes nos proponen un recorrido por distintas personalidades de un estrato social rayano con la humildad y muy lejano al pensamiento intelectual.
La obra logró encontrar en los textos un equilibrio para cada uno de sus personajes alcanzando con Ester el punto máximo de representatividad del perfil que quiere mostrar.
Los actores tomando conciencia de sus discursos y hacen de cada uno de sus personajes una muestra actoral de gestos y palabras que atinadamente llevan a cabo aunque con algunos nerviosismos que afortunadamente quedan desapercibidos al público general. Las actuaciones no dejan marcadamente una impronta en el escenario pero si se complementan como un bloque que homogéneamente llevan adelante la historia con momentos no escindidos ni fragmentados.
En una sala que debutaba como tal ((ver apartado) la puesta en escena, como así también la iluminación estuvo uniforme y analógicamente en sintonía con el espacio ofrecido, sumándole calidad con detalles de diseño gráfico en afiches y murales que adentraban al público en la peluquería desde el inicio de la obra.
No hay lugar para las especulaciones filosóficas, la puesta se entiende tiene una historia bien definida y esta bien encarada, todo lo que plasma es lo que es, sin necesidad de tener que explicar desde otra óptica lo ocurrido sobre el escenario.La apuesta de una obra de carácter tradicional y con una historia lineal pone de manifiesto por parte de todo el grupo que conformó la obra, la evidencia de una enorme voluntad de trabajo intelectual y físico, gestada por un esfuerzo que es loable y que queda transpuesto en el aplauso final del público.


BUENOS AIRES LADO B

Norma y Ester, dos chicas de Munro - Irina Sternik

Una sala intimista, llena. Un teatro boutique en un primer piso sobre la Avenida Luis María Campos. Música que chorrea grasa, o dan ganas de bailar al menos. Una peluquería ambientada cual gomería de los años alfonsinistas en un barrio marginal de Gran Buenos Aires.
Es todo acertado:
Norma y Ester, avatares de dos chicas de Munro, es una obra de teatro que transcurre, valga la redundancia, en una peluquería burdel de Munro, en los años 80. En sus paredes cuelgan almanaques (idénticos al de una gomería) que indican que ese lugar, es “Casa Víctor”. Se apagan las luces, comienza la función con Romina Sznaider a la cabeza, quien sostiene toda la obra con una energía que hace sonreír, contener la respiración y hasta querer mirar para un costado en un 50% por la obra. Es que Ester es una de las empleadas de Casa Víctor, que sabe puede padecer todo tipo de humillaciones por haber ingresado a trabajar a la peluquería aguantadero del Turco, amigo de Víctor. Debe calzarse su vestidito diminuto, con el escote bien marcado, y calmar sus nervios por lo que vendrá.
Pero el espectador no entiende mucho de qué se trata. Lo que es claro es que cuando llega Norma (Ana Franchini), las cosas se van tornando un poco más claras y oscuras a la vez. También porta su atuendo diminuto y la actitud necesaria para poder formar parte del staff de Víctor Cofieur. Aquí entra en juego la magnífica escenografía del lugar. Hay una tele, que sólo transmite películas porno, para que los clientes miren mientras las chicas le lavan la cabeza. Hay un secador de pelo que parece estar electrificado. Hay agua, hay botellas llenas y vacías y un teléfono negro. Y todo, después tendrá su razón de ser.
Es una época de trabajo duro. Ellas saben que no pueden darse el lujo de perder el empleo y que tendrán que someterse a humillaciones, pero ¿hasta cuándo? Norma ya ha sido despedida por negarse a cumplir el requisito de su jefe, mientras saboreaba una película porno y es el turno de Ester. Ella quiere vengarse, “hay que matarlo”, susurra en su cabeza.
Llega Víctor (Miguel Salinas), el dueño de Munro. El mismo se encarga que aclararle a Ester que su poder es tan grande que hasta ha comprado la única fábrica de ropa del lugar para que todas las chicas luzcan la ropa interior de su propiedad, y el pueda imaginárselas mejor. Aquí es donde se desencadena el primer punto G de la obra, cuando Víctor quiere comprobar si Ester, también usa su portaligas.
Ester, influida por su amiga Norma, ataca. El resto, sería develar lo más rico de la obra de teatro, que tiene giros inesperados y divertidos. Los objetos, aprovechados en su máximo esplendor, permitirán que una soga sirva para matar y excitar, y una palangana de agua, para limpiar pies y conciencias.
Casi al finalizar, la madre de Ester, que andaba en la obra como un ser imaginario, se hace carne de la mano de Celeste Martín, con un adorable personaje que termina de mostrar el patético mundo de la pobre Ester. Allí, el espectador comienza a comprender un poco toda la obra, que recién se completa en el final.
La obra es una adaptación del cuento homónimo de Carlos Gamerro, del Libro de los Afectos Raros, y lo loable de la puesta es haberle sabido dar a los escenarios posibles una correcta utilización, y a los giros, el ímpetu necesario como para que esa peluquería de Munro sea lo más parecido a un infierno.
Ana Franchini es la directora, puestista y productora de la obra (y sospecho que también del teatro). El
Teatro Orfeo se inauguró el pasado 28 de julio y es una pequeña sala con capacidad para 30 personas, preparada para una buena distribución de luces y sonido y con una estética vintage muy bonita. Por eso, se recomienda reservar entradas, ya que la convocatoria está saliendo a la perfección.

EL BONDI

La vida de cualquier rincón - Periodista: Sebastian Barrera

“Norma y Ester, avatares de dos chicas de Munro” logra entretener y hace reír en cincuenta minutos de desgracia, tristeza y soledad.
Ester trabaja en una peluquería. Norma ya no: fue despedida. Un tal Víctor es el dueño de Munro y es el más poderoso de los señores. Decide quien se queda y quien se va, en todo. Ellas lo odian, pero sienten una rara atracción que nunca sabremos por qué. Ester lo espera sin saber cuando llegará. Siente odio por el despido de su amiga y decide vengarse.
La obra utiliza el absurdo, la exageración y los mezcla con el drama de dos mujeres vacías, secas por dentro. Víctor llega (Miguel Salinas) y comienza la persecución, con actuaciones creíbles y gestos interminable a cargo de Romina Sznaider (Ester). Es que los cuatro actores son comunes, como cualquier persona de Munro, o de una peluquería.
Es salir a la calle y elegir al azar tipos que te hagan creer lo que se está viendo. Porque actúan bien, o común, como gente normal. Quizás un par de sobreactuaciones, pero solo algunas. Y no molestaron mucho. Porque se le ponen otras ganas al under: los recursos son mínimos, las luces iluminan lo necesario y las camisetas transpiran enserio.
Basada en el cuento Libro de los afectos raros, de Carlos Gamerro y bajo la dirección de Ana Franchino, quien también es Norma, la amiga coqueta y con mucho maquillaje, de señora que se quiere hacer la concheta, pero viaja en bondi.


MUNDO TEATRAL

La peluquería del fin del "Munro" - Por Damián Faccini // Cronista

Norma y Ester: una historia de sexo, crimen y sadomasoquismo en lo máximodel grotesco.
En medio de una peluquería, donde el imaginario popular pretende tan solo laexistencia de comentarios feministas o machistas y donde la idea de unpeluquero gay (que quizá tan sólo lo disimule con el objeto de ingresar alcódigo de la concurrencia) se asientan como única teoría existente, los 3actores (que cumplen las veces de adaptadores del cuento de Carlos Gamerro),se las ingenian para darle una vuelta de tuerca a la suposición del públicoy contarnos una historia de sexo, crimen y sadomasoquismo en lo máximo delgrotesco. Para ello se valdrán de tres locaciones distintas, las cuales conmucho ingenio y escasos recursos lograran recrear junto a actuaciones queoscilan entre lo digno y lo desopilante.
Víctor es el dueño de una peluquería y al mismo tiempo el dueño del "Munro".Propietario también de una fabrica de lencería y una suerte de padrino de lazona, le ha encargado a su socio que ponga a trabajar en el local a minascon buen cuerpo y sin problema alguno en ser prostitutas profesionales antesque peluqueras de estilo. Norma y Esther son las dos victimas que han ido aparar a este prostíbulo encubierto, donde día a día, corte a corte y lavadoa lavado sufren el maltrato y el manoseo de todo amigo de Víctor que vahacia allí a emprolijar la estética de una ética mefistofélica.
Sin ánimos de adelantar la resolución del conflicto, merece un apartado laescena del ahorcamiento en la cual la protagonista ahoga con un cable y unpalo de escoba a Víctor, estando este sentado para un lavado de cabeza. Ambas actuaciones son retenidas por el espectador quien por momentos duda dela existencia de un actor o de un asesino y víctima respectivamente.
Una de las "peluqueras" ha escapado al infierno, pero la otra perdura con elfin de llevar unos pocos pesos a la casa donde sus padres, ya viejos ysocialmente e inútiles, precisan de la ayuda de su hija en esta suerte deCENICIENTA de la posmodernidad. Pero la presión será mucha y el carácter dela última sufriente será aún más poderoso y orgulloso que el de la anteriory hará justicia. Justicia que generará grandes cambios en la vida de todos,más allá del espejo cruel en el cual nos reflejará como espectadores.

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